El que mata un guardia en un cuartel, muere en él

Cuando se escribe la historia, debe hacerse con la mayor objetividad posible, evitando reabrir heridas y revivir traumas.
Lo que ocurre en los cuarteles rara vez trasciende a la opinión pública. Uno de esos episodios fue la muerte del mayor Eligio Morel López, oficial de la Armada (entonces Marina de Guerra), a manos de Pedro Antonio Barrientos Almánzar, conocido como “Osiris”, perteneciente al Ejército Nacional.
El motivo fueron diferencias personales entre ambos. Barrientos utilizó su fusil FAL, arma de reglamento, y descargó una ráfaga que causó la muerte inmediata de Morel López.
Tras el hecho, intentó huir, pero fue apresado cerca del destacamento de la Armada frente al muelle del Malecón. Posteriormente fue conducido a la Torre del Homenaje de la Fortaleza Ozama —donde prestaba servicios— y allí fue ahorcado.
Morel López se desempeñaba como subintendente de la Intendencia de Armas, ubicada frente a la Fortaleza Ozama, en la calle Isabel La Católica.
En ese momento, el jefe de la Primera Brigada del Ejército Nacional era Neit Nivar Seijas, mientras que el secretario de las Fuerzas Armadas lo era Enrique Pérez y Pérez.
En las instituciones castrenses existe una norma no escrita: “guardia que mata a otro en un cuartel, muere en él”. Es sabido que decisiones de esa magnitud no se ejecutan sin la autorización de los superiores.
La información procede de un testigo presencial de aquel terrible suceso.
El general de la Fuerza Aérea Dominicana, Morel Marichal, hijo del mayor Morel López, al igual que su padre, se ha distinguido como un oficial ejemplar.