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Dos mayores y un capitán en La Barranquita… ¿y la cadena de mando?

 

Por Augusto Álvarez

En Santiago, excederse al ejercer la autoridad —con o sin uniforme— suele ser sinónimo de perder la cabeza para salvar el pellejo.

La masacre de La Barranquita dejó en evidencia que no solo están bajo la lupa dos mayores y un capitán. El verdadero cuestionamiento apunta más arriba: al director de la DICRIN y a los mandos superiores que, al intentar cubrir responsabilidades, alimentan la sospecha de que los implicados actuaron “por cuenta propia”.

Tras el crimen, surge la pregunta incómoda: ¿quiénes están protegidos por la Procuraduría y por Interior y Policía? Alguien dio la orden de ejecutar y, además, de desaparecer las evidencias contenidas en las cámaras de seguridad del centro comercial.

El tiempo que ha tomado “armar el muñeco” y exonerar a posibles responsables parece excesivo. Quizás porque se trata de oficiales de alto calibre, con historial de méritos en misiones anteriores.

Pero la verdad, tarde o temprano, alcanzará hasta la cúspide de la cadena de mando.

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