Para el FMI, todo es color de rosa… y al pueblo llevándoselo el mismísimo Lucifer
¡Cógelo, Picante! Hay alcaldes que deben hablar menos y trabajar más… tapar hoyos primero y dejar de soñar con una silla que les queda inmensa.

Buenos días…
El FMI tiene una habilidad especial: ve brotes verdes hasta en el desierto. Para ellos, todo está “mejorando”, todo “repunta”, todo “promete”… pero, mientras tanto, al dominicano de a pie lo está arrastrando el mismísimo Lucifer, con un bolsillo seco como lengua de loro.
Y lo peor: ya tenemos jurisprudencia del desastre que ocurre cuando un Gobierno se deja llevar de organismos que opinan de países que no conocen, que no caminan los barrios, que no se montan en los conchos, y que jamás han tenido que decidir entre comprar arroz o comprar medicamentos.
El FMI dice que hay “indicios preliminares” de recuperación. Sí… indicios. Pero en la calle lo que se oye es grito, lamento y vacío. No hay un chele. No hay respiro. No hay un resuelve. Todo sube, nada baja, y el pueblo está cansado de que le vendan el paraíso, mientras vive en el purgatorio.
Cuando el PRM llegó, el botellón de agua costaba 50 pesos. Hoy cuesta 100 y 115 en algunos sectores. Se duplicó como si nada. Y ahí no apareció ningún tecnócrata del FMI para advertir sobre “riesgos inflacionarios”.
El Metro: la obra huérfana
Todos los días ¡Cógelo Picante! recibe denuncias del Metro. Está huérfano, descuidado, maltratado. Y para colmo, la ampliación del tramo KM9–Los Alcarrizos, aún en construcción, ya carga un descrédito que rivaliza con la Circunvalación de Baní. Cuando llueve, aquello parece un acuático: filtros, lagunas, goteras… como si lo hubieran hecho con plastilina. Ojo con eso, presidente Abinader.
El tránsito: otro infierno
Alrededor de la JCE, el caos del tránsito es digno de estudio científico. Y los agentes de la Digesett… bueno, más escasos que la muela de gallina.
Carolina Mejía, Dio Astacio y Betty Gerónim deberían guardar un poco la lengua y soltar más asfalto. Menos discursos, más hoyos tapados.
Y sobre la reparación del tramo Villa Olímpica–puente Juan Bosch: quien sea que lo está arreglando, Obras Públicas o el ASDE, que no se haga el loco con los filtrantes. Ese remiendo, además, va con más defectos que virtudes. No engañen al pueblo.
En SDE, la calle es tierra de nadie
Los atracos siguen sonando como campanas. El famoso patrulla por cuadra se quedó en propaganda. No hay seguridad ni cerca ni lejos.
La Ureña a merced de los invasores
Y atención, presidente Abinader: En La Ureña y zonas cercanas, hay una banda de invasores que anda armada, reagrupada y aterrorizando ciudadanos. Sus integrantes se creen dueños de terrenos que no son suyos y los “reparten” como si fueran bonos. Y los que compran, después terminan metidos en líos. El Estado no puede permitir que la ley sea un relajo.
Túneles y elevados: campo minado
Transitar por túneles y elevados es una ruleta rusa. Motores por donde no van, choferes desesperados, accidentes diarios. Y cuando uno busca a quién quejarse, nadie aparece. Pero, claro, según las autoridades… vivimos en el paraíso de las maravillas.
La oposición se despertó
El 30 de noviembre, la Fuerza del Pueblo saldrá a la calle con una “marcha verde”, reclamando lo que el pueblo grita todos los días:
– menos apagones,
– menos inseguridad,
– menos precios altos,
– menos hospitales en ruinas.
Parece que Leonel Fernández se dispone a ponerle el cascabel al gato administrativo, antes de que el desorden termine convirtiéndose en un estado permanente e incontrolable. Y razones no le faltan: el país va por una ruta que muchos consideran riesgosa, en gran medida —según voces autorizadas— por las presiones del FMI y por el creciente desorden del PRM y su gestión gubernamental.
En las calles y en los pasillos institucionales se escucha lo mismo: “No saben gobernar”. Esa frase, repetida con insistencia, refleja el sentimiento de una población cansada de improvisaciones, de decisiones sin rumbo y de un aparato administrativo que, según diversas opiniones, perdió los frenos y la brújula.
Un mensaje para ciertos “poderosos”
Aunque muchos son los planes del Gobierno contra la delincuencia… se quedan en redes sociales y algunos medios.
Y cuidadito, porque por ahí hay una dama que tiene la mente fría, los ojos afilados y un archivo lleno de nombres, fechas y detalles.
Y el Tío Sam también está mirando, clarito, sin parpadear. Sabe quién hace qué, quién protege a quién y quién se enriquece de la noche a la mañana. Por eso, algunos deberían estar preparando la mochila y el pasaje, porque el reloj siempre termina tocando la puerta.
Sí, conforme a la Constitución de la República, los actos del jefe de la Policía entran en el terreno de la ilegalidad, y no porque a uno se le ocurra, sino porque así lo manda la Ley 590-16. Su artículo 23 es tan claro como el agua del Yaque cuando está en paz: el plazo máximo para dirigir la Policía Nacional es de dos años, sin rodeos, sin “interpretaciones creativas” y sin trucos políticos.
Y aquí viene lo bueno: La Carta Sustantiva, en sus artículos 6, 73 y 128, no deja un solo resquicio para dudas. El artículo 6 declara que todas las leyes, decretos y actos contrarios a la Constitución son nulos de pleno derecho. El 73 señala lo que constituye autoridad usurpada. Y el artículo 128, letra E, dice clarito que el Presidente, en su calidad de jefe supremo de las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional, solo puede disponer de ellas conforme a la ley.
¿Y cuál es la ley que manda en la Policía? La Ley Institucional 590-16. Si no se respeta, el Gobierno entra en aguas movedizas, navegando entre la legalidad… y el pantano.¡
Ahhhh! Y no olvidemos el ingrediente “extra” que está doliendo en el alma del pueblo: Para montar una publicidad como la que se anda promoviendo, hay que mover recursos grandes, muy grandes. Las campañas no son baratas… y mucho menos espontáneas. Eso no es amor al arte, ni obra del Espíritu Santo.
Así que, mi general, no hay que darle mucha vuelta: la ley es clara, clarísima y sin un solo desperdicio. El presidente Abinader no puede violarla, pero ya pareciera que la está bordando por los bordes, navegando peligrosamente en terreno de ilegalidad.
Y finalmente, presidente Abinader…
El país quiere cambios reales. Quiere funcionarios limpios, sin sombras, sin mochilas raras, sin apellidos que pesen más que la ley. Quiere orden, firmeza y control. Quiere seguridad dentro y fuera, porque las dos delincuencias —la de la calle y la de cuello blanco— son igual de dañinas y endiabladas.



