INTERNACIONALESOPINION

El presidente Petro, su cultura y Washington

Por Augusto Álvarez

A diferencia de muchos jefes de Estado, el presidente Gustavo Petro, de Colombia, sabe el terreno que pisa.

Conoce la historia y la geografía del poder, y entiende lo que significa gobernar bajo la sombra de Washington, donde los aplausos suelen ser prestados y las advertencias, permanentes.

Petro lo dijo sin rodeos: “Lo que molesta a Estados Unidos es que no se acepten sus decisiones como borregos”. Y agregó con la dignidad que lo caracteriza: “En Colombia, los reyes no mandan”.

Sus palabras son un desafío político y cultural.

No sólo defiende soberanía, sino que desnuda la relación de dependencia que por décadas ha marcado a América Latina.

Mencionó la riqueza de México y Brasil, dos gigantes que han aprendido a jugar con autonomía, y recordó cómo los mariachis perdieron amplios territorios frente al vecino del norte, que hoy mira incluso hacia Canadá con intereses energéticos y militares.

Petro también justificó su condena a la masacre de Israel en Gaza, recordando que “las razones humanas deben estar por encima de los intereses de poder”.

Y fue más allá: cuestionó cómo se puede hablar de derechos humanos mientras se cazan “embarazadas reales o imaginarias” en aguas del Caribe, bajo el pretexto del control migratorio.

El presidente colombiano no ignora los riesgos de su postura. Sabe que, al enfrentarse a las narrativas oficiales, se convierte en objetivo político de Washington.

 Pero aun así, sostiene su discurso, recordando que detrás de muchos conflictos hay un nombre común: el petróleo venezolano, convertido en excusa para las historietas del narcotráfico y las sanciones selectivas.

Petro no sólo habla de política exterior; habla de dignidad nacional. Su firmeza, que algunos confunden con arrogancia, es en realidad una defensa de la soberanía de su pueblo.

Lo hace con la convicción de quien conoce la historia y con la claridad de quien no quiere ser eco de ningún imperio.

Y mientras muchos presidentes miran al norte en busca de aprobación, Petro mira al sur y habla de independencia, con un tono que incomoda, pero que suena cada vez más necesario.

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