El lugar de los divorciados

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Hola, amigos, ¿qué tal? Merhaba, arkadaslar, ¿nasilsiniz?
Todos conocemos la actitud y postura firme por parte de la Iglesia Católica ante el divorcio, y es que, Dios creó el matrimonio como parte integral de Su plan para prosperar Su mundo y bendecir a la humanidad.
Su deseo era visualizar la relación entre Cristo y su novia, la Iglesia, para satisfacer la necesidad de intimidad de hombres y mujeres, y finalmente poblar la tierra con personas que reflejen su imagen.
Debido a que el matrimonio es fundamental para la misión de Dios de redimir al mundo, satanás ha hecho de su destrucción una prioridad. Su estrategia es socavar la importancia del matrimonio, minimizar el efecto que tendrá el divorcio en la familia y seducir a la gente para que adopte un estilo de vida alternativo.
Debido a que Dios nos ama, ha proporcionado instrucciones claras sobre cómo las parejas casadas pueden experimentar la unidad y cumplir Su visión para su unión. Por medio de Su Espíritu fortalecedor y su evangelio de gracia, Él ha proporcionado no sólo los medios necesarios para amarse y servirse unos a otros, sino también el perdón y la sanación necesarios cuando sus matrimonios fracasan o se desmoronan. Y a través de Su Iglesia, ha proporcionado carismas a personas de la comunidad que puedan brindar consejo y apoyo para restaurarlos.
Sin embargo, existen bases bíblicas para el divorcio, pues, aunque el deseo y el diseño de Dios son que el matrimonio florezca para toda la vida, en este mundo caído, habrá casos en que una persona romperá sus votos y abandonará a su pareja. El Señor aborda estas circunstancias en Su Palabra, proporcionando dos claras excepciones a Su mandato a los creyentes, de no divorciarse.
La primera causa bíblica para el divorcio es el adulterio. Cuando le preguntaron a Jesús: “¿Es lícito al hombre divorciarse de su mujer por cualquier motivo?”. Jesús reiteró la idea de un hombre y una mujer en una relación personal, decidida y permanente. “Por esto el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne. Así que ya no son dos, sino una sola carne. Por tanto, lo que Dios ha unido, que ningún hombre lo separe”. Luego, Jesús establece claramente la excepción: “Y yo les digo que cualquiera que se divorcia de su mujer, excepto en caso de fornicación, y se casa con otra mujer, comete adulterio”.
La segunda causa bíblica para el divorcio es el abandono por parte de un cónyuge incrédulo. El apóstol Pablo afirma: “Si el incrédulo (pareja) se va, que se vaya; el hermano o la hermana no están bajo servidumbre en tales casos, sino que Dios nos ha llamado a la paz”. Si un creyente está casado con un incrédulo y el cónyuge incrédulo quiere terminar la relación, el creyente no está obligado («bajo cautiverio») a preservar el matrimonio.
Es importante señalar que la deserción generalmente implica la separación física de un cónyuge al mudarse del hogar conyugal, pero también puede incluir otras formas de deserción del matrimonio, incluido el abuso y la adicción persistentes y sin arrepentimiento. En estos casos, un cónyuge ofendido tiene el derecho bíblico de divorciarse de su marido o esposa. Al mismo tiempo, deben buscar la guía del Espíritu y la sabiduría de los lideres y consejeros cristianos al dar ese paso, cultivando un corazón de perdón y una apertura a la reconciliación relacional en beneficio de su familia y para mantener la puerta abierta a la gracia de Dios. Sin embargo, el cónyuge agraviado puede llegar a considerar que el matrimonio está irreparablemente roto y solicitar el divorcio. En este caso, los Ancianos de la Comunidad apoyarán la decisión del cónyuge agraviado y le ministrarán sin reservas. Si Dios confirma su decisión, la iglesia hará todo lo que esté a su alcance para apoyarlos a ellos y a su familia.
Víctor Martinez recuerda la actitud abierta y comprensiva del Papa Francisco acerca de estos temas, exhortando a la Iglesia a ser más humana, tolerante, fraterna con estos casos, al igual con los homosexuales.
Cuántos matrimonios pantalla, con mujeres maltratadas y ultrajadas, sentados en los bancos de las Iglesias y siendo bendecidos por sus ministros, sin embargo, los divorciados, muchos, personas de fe, de gran corazón y con un sentido ético de la vida, con hermosísimas y ejemplares familias, no son acogidos por algunos ministros de la Iglesia.
¿Qué diría Jesús si le preguntáramos?
Demos gracias a nuestra hermana Yolanda Logroño por hacer posible que este mensaje llegue hasta todos ustedes.
Hasta la próxima.