11 de septiembre: Estados Unidos y Chile

Por Augusto Álvarez
El 11 de septiembre quedó marcado en la historia por dos tragedias que estremecieron al mundo: una en Estados Unidos y otra en Chile.
En 2001, el terrorismo golpeó con fuerza a la primera potencia mundial.
En cuestión de minutos, las Torres Gemelas de Nueva York se desplomaron en la llamada “zona cero”, mientras el horror se extendía a Washington D.C. y Pensilvania.
Aquella jornada transformó para siempre la vida en Norteamérica: la migración, la seguridad y la política se redefinieron bajo el signo del miedo.
Miles de personas quedaron sepultadas entre los escombros de acero y concreto, en un atentado atribuido a Osama Bin Laden, posteriormente abatido en su escondite.
Ese día, el presidente George W. Bush, desde Florida, regresó apresuradamente a Washington y lanzó la orden de cazar a los responsables de un crimen sin precedentes en la historia de Estados Unidos.
Pero el 11 de septiembre también remite a Chile. En 1973, La Moneda, sede del gobierno, se convirtió en tumba del presidente Salvador Allende, víctima de un golpe militar que puso fin a la democracia chilena.
La sangre corrió por todo el país, especialmente en Santiago. En Isla Negra, la obra y la memoria de Pablo Neruda fueron mancilladas, y el Estadio Nacional fue transformado en centro de detención, tortura y muerte bajo el mando del general Augusto Pinochet.
Dos fechas —11 de septiembre de 1973 y 11 de septiembre de 2001— unidas por la barbarie humana, que dejaron cicatrices imborrables en la memoria colectiva de la humanidad.