Alcancía, barrito y salario lujoso

El poseedor de una alcancía, por lo general, es alguien que vive en la extrema pobreza, un marginado.
Mientras, quienes disponen de un barrilito, siempre aspiran a tener más, y como por alto que sea su salario, el Estado suele poner a su alcance, unos envases de donde pueden disponer, ¿a discreción?, para las habichuelas con dulce y unos que otros regalitos.
Un cuarto de millón no alcanza para que un legislador resuelva los compromisos al término de cada mes.
Si el Estado, vía Junta Central Electoral (JCE), entregó millonarias sumas a partidos que terciaron en el proceso, ¿qué tan extraño resulta seguir desangrando al Estado?
Ahora, el presidente Luis Abinader anunció que durante los próximos 4 años, donará su sueldo a una institución benéfica. ¿Cuántos de sus funcionarios podrían desprenderse de la paga que reciben?
Una sola golondrina no hace verano, y aunque lo ideal hubiese sido romper por la mitad los salarios de lujos, regresemos a la alcancía de los pobres y el barril sin fondo de los beneficiarios del sistema, como lo es el barrilito.
¿Podría servir de estímulo a funcionarios y legisladores la decisión del presidente Luis Abinader de trabajar sin salario?
Quién sabe si la montaña viene hacia el pueblo, preñada de sorpresas y conducida por legisladores y funcionarios, y hasta es posible que hasta un alcalde que ha declarado un patrimonio que sobrepasa los mil millones de pesos, se decida a donar su salario.
Finalmente, ¿se pueden cuantificar los pesos que invierte el Estado en privilegios de funcionarios, y si estarían factibles de ser donados a hogares de ancianos u otras personas con limitaciones físicas?



