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Preocupa la excesiva presencia de la armada del Tío Sam en el Caribe 

 

Preocupa la excesiva presencia de la armada del Tío Sam en el Caribe La creciente actividad militar de Estados Unidos en el Caribe vuelve a encender las alarmas. Y aunque el foco visible parece ser Venezuela, el presidente Gustavo Petro, en Colombia, también queda dentro del radar estratégico de Washington, aunque esa presión se manifieste —por ahora— en simples simulacros en aguas internacionales.

Desde que Petro asumió una postura firme en defensa del pueblo palestino, condenó los crímenes de Netanyahu y expresó solidaridad con Venezuela, la administración de Donald Trump ha ampliado su presencia militar en la región.

La señal es clara: la Casa Blanca no tolera gobernantes contestatarios en el Caribe.

¿Por qué involucrar a Colombia bajo el liderazgo de Petro?

Porque para Washington, América Latina —y el Caribe en particular— siguen siendo zona de “exclusividad estratégica”, un tablero geopolítico donde cualquier movimiento autónomo despierta recelos.

¿A quiénes les toca el turno?

México, Brasil, Bolivia, Nicaragua, Panamá, Cuba, Venezuela… todos países cuyos gobiernos, recursos naturales o alianzas internacionales chocan, en mayor o menor medida, con los intereses estadounidenses.

¿Y Haití?

Nada que buscar ahí: ya fue devastado y descuidado por quienes ahora dicen querer “estabilizarlo”.

Mientras tanto, continúa el estruendo mediático sobre lanchas “sospechosas”, reales o inventadas, en los alrededores de las aguas internacionales de Venezuela y Colombia.
¿Hacia dónde nos conduce esta escalada?

A un Caribe cada vez más militarizado y a una región cuya soberanía vuelve a ser puesta a prueba bajo la sombra pesada del Tío Sam.

 

 

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