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No es malo ser rico

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Hola, amigos, ¿qué tal? Merhaba, arkadaslar, ¿nasiliniz?

No es malo ser ricoLas lecturas que nos trae la Iglesia hoy, vuelven de nuevo a enfrentar las riquezas con la pobreza, señalando de manera categórica el comportamiento de algunos ricos.

Me he pasado la vida escuchando en las prédicas, al comentar la Palabra de Dios, como se emiten juicios que nos han llevado en ocasiones a sentirnos con cargo de conciencia por tener, incluso frente al que no tiene, como si los ricos fueran malos y los pobres fueran santos.

San Lucas, incluso, desde la honda sensibilidad humana y religiosa que le caracteriza, contrapone las bienaventuranzas de los pobres y lamentos de los ricos (Lc 6,20-26), dejando bien claro, desde un principio el sello personal de su mensaje subrayando el compromiso práctico que entraña el discurso programático de Jesús en el inicio de su ministerio público. 

Es importante tener en cuenta que, en la parábola está apuntando directamente al grupo de los fariseos, “amigos del dinero y que se burlaban de Jesús”, como él mismo los señala (16,14).

Los fariseos, por mucho que intentaran disfrazarse y justificarse ante Dios y los hombres aferrándose al riguroso y estricto cumplimiento de la Ley, al desentenderse y pasar de largo ante las necesidades del pobre tendido a la puerta del rico, estaban negando y olvidando lo más esencial de la misma, pero, no podemos olvidar que, no todos los ricos se comportan como fariseos.

Como en el caso del profeta Amós, la parábola de hoy habla de situaciones concretas que cuestionan y denuncian la falsa seguridad de quienes, amparados en la Ley, viven al mismo tiempo cómodamente, asentados en el lujo, jactándose desdeñosamente de su fina vestimenta y suntuosas comilonas, despreocupados y ajenos a cuánto les rodea.

Y es aquí donde Dios es implacable frente a todo el que teniendo mucho o poco es indiferente con los necesitados que le rodean, y no es capaz de diezmar o contribuir con las cosas de Dios.

El rico y el pobre -representados respectivamente por Epulón (icono del que nada en riquezas y lleva un alto tren de vida) y por Lázaro (icono del abatido, hambriento y enfermo); comparten el mismo portal del edificio y se ven varias veces a lo largo del día. Lázaro, llagado y postrado, sufre una y otra vez la más dura de las humillaciones de su vecino: experimenta su total deshumanización, aliviada únicamente por la fidelidad de los perros que lamen sus heridas; vive como si no existiera, pasa totalmente desapercibido, no cuenta para nada.

Es exactamente lo que está sucediendo con los tantos a quienes le pasamos por al lado todos los días y con gran indiferencia no somos capaces de extender la mano y darles aunque sea una limosna, agarrándonos de los peligros que, podríamos correr con un asalto, una burundanga, (polvo adormecedor) o que vayan a infectar o enfermar a quien les ayuda (aspecto absurdo e imperdonable).

Pero, por eso existimos las fundaciones serias, para canalizar las ayudas, a los más necesitados de manera segura y eficiente, sin embargo, aun así, existe la indiferencia de muchos.

El problema de la pobreza y la injusticia social recorre, como uno de los temas transversales, el evangelio de Lucas. Entre otras razones, porque le preocupaba el peligro que amenazaba a algunos cristianos de finales del siglo primero: si no adinerados, sí acomodados en los confortables estándares de una vida mundana, holgada y despreocupada. De hecho, a renglón seguido de la exhortación que hace hoy Pablo a su discípulo Timoteo en la primera lectura, le da una serie de consejos referidos a los ricos sobre el buen uso de sus bienes para que puedan conseguir los bienes imperecederos de la vida eterna (1 Tm 6, 17-19). 

El problema no son los ricos sino el uso indebido de las riquezas: “no pueden servir a Dios y al dinero” (Lc 16,13). El rico Epulón no es condenado por haber cometido determinadas injusticias, sino por la sencilla razón de no vivir más que para sí, por no compartir solidariamente su corazón y sus bienes con su vecino necesitado, su “prójimo”. Lo que separa al uno del otro es la puerta cerrada de la casa del rico, su actitud despiadada hacia el que mendiga en su portal, siendo así que Lázaro (significa “Dios ayuda”) es la oportunidad que le brinda el padre Abrahán para redimirse. 

Víctor Martinez te invita a dar, a dar, a compartir de lo mucho o poco que Dios te ha dado, siempre tendrás más que muchos que están por debajo de ti, ese es tu deber y responsabilidad frente al prójimo, asignadas por un Dios que mañana te lo va a reclamar.

No es malo ser rico, tener, la maldad sale de tu corazón cuando eres indiferente frente a las necesidades de los demás, igual siendo “pobre”.

Este mensaje ha llegado a todos ustedes gracias al apoyo recibido por nuestra hermana Matilde Farach.

Hasta la próxima.

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