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Reflexión: Nuestro colegio

Hola amigos, ¿qué tal? Definitivamente que a medida que entramos en edad, vivir de los recuerdos es una gran terapia.

Cómo olvidar el mes de diciembre cuando a pesar de las críticas de muchos, para entrar al colegio cada día del mes, mis muchachos tenían que llevar artículos diversos para ser repartidos entre los necesitados, por ejemplo, un día pastas, otro día latas, otro día granos, otro juguetes, otro ropas, etc.

Al final premiábamos al curso que más artículos llevaba, se reunían miles de artículos que eran empacados por los mismos muchachos y luego repartidos.

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Para la cena familiar navideña, Víctor Martínez asignaba un plato a cada curso, por ejemplo, cada uno 10 libras de moro, otro curso 10 libras de cerdo cada uno, se reunía una impresionante cantidad de comida, ¿que hacíamos al otro día? Para las cárceles y asilos con mis muchachos a servirle la comida navideña a la cantidad de presos enfermos y viejitos que allí habían.

Los tiempos cambian, la mayoría de los centros escolares hoy en día sólo piensan en la fiesta familiar y no inculcamos a nuestros muchachos el valor de la caridad, el amor al prójimo y el verdadero sentido de la Navidad.

Ojalá las familias recuerden compartir con otros necesitados y lleven a sus niños y adolescentes a convivir con quienes necesitan un gesto de amor en estos días, lleven, aunque sea, una oración a un enfermo, una sonrisa a un anciano o un juguetico a un niño enfermo.

Hasta la próxima.

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