Hola, amigos, ¿qué tal? Merhaba, arkadaslar, ¿nasilsiniz?
El pasado 27 de febrero recibí diversos videos de las celebraciones de nuestra Fiesta Nacional, en las que se conmemoraba el 181 aniversario de la Independencia Dominicana, donde se proclamó la libertad del pueblo dominicano tras 22 años de ocupación haitiana.
Todo esto, en el 1844, cuando República Dominicana se constituyó como un país libre e independiente de toda dominación extranjera tras el recordado Grito de Capotillo y el Trabucazo.
Observar desde lejos estos actos conmemorativos fue motivo de nostalgia, de orgullo, pero también de reflexión.
Al observar los videos me apenó mucho que frente al Altar de la Patria, apenas habían escasas personas, escuchando las gloriosas notas de nuestro Himno Nacional interpretadas por los diversos organismos de las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional, quienes vestidos de forma inmaculada, respondiendo a los reglamentos disciplinarios de sus instituciones, se formaban a la perfección y con la frente en alto y el pecho erguido se veía el orgullo que los caracterizaba por ser dominicanos, defensores de su Patria.
Pero qué triste tenían que sentirse frente a la soledad y desolación por la falta de espectadores que deberían estar enalteciendo los valores patrios con su presencia.
No me cabe la menor duda de que el espíritu de Duarte, Sánchez y Mella, nuestros padres de la patria, además de los tantos dominicanos que han derramado su sangre defendiendo nuestra libertad, nuestra democracia, nuestros valores, deambulaban en ese lugar felices por la celebración, pero tristes al poder ver lo que le espera a nuestro adorado país de seguir con ese comportamiento en el que la indiferencia de las nuevas generaciones, mayoría de los dominicanos, es cada vez más notable.
Pidamos al Dios Todopoderoso tocar las conciencias y corazones de esas nuevas generaciones y de todos los dominicanos, para que entendamos, desde cualquier parte del mundo en el que nos encontremos que, cuando una bandera dominicana está ondulando en lo alto, se están elevando nuestros valores, pues la Biblia y la cruz que se encuentran en el centro de nuestro escudo, nos están recordando que, somos un país de paz, que, los dominicanos somos libres e independientes y que Dios está primero entre los dominicanos.
Este mensaje ha llegado a todos ustedes gracias al apoyo recibido por nuestro hermano Rafael Negrete.
Hasta la próxima.
