Mercedes Castillo: cinco veces presidenta del CDP y cinco gestiones de retroceso

Por Nicanor Ramírez
La historia del periodismo dominicano está marcada por gestas heroicas, protagonizadas por periodistas de temple y compromiso, muchos de los cuales incluso ofrecieron sus vidas en defensa de la democracia, la verdad y la libertad.
A instancias de algunos de estos nombres memorables, se fundó en junio de 1983 el Colegio Dominicano de Periodistas (CDP), como instrumento de representación profesional y social.
Sin embargo, con el paso del tiempo, el CDP ha caído en manos de figuras, cuya trayectoria dista mucho de ese legado.
Periodistas sin experiencia real en redacciones, micrófonos o cámaras, y aún más grave, sin compromiso alguno con las causas sociales o democráticas que dieron origen al gremio, han asumido la dirección del colegio, desvirtuando su razón de ser.
En contraste con aquellos fundadores, especialmente del Sindicato Nacional de Periodistas Profesionales (SNPP), quienes guiados por convicciones ideológicas y vocación de servicio ofrecieron lo mejor de sí al gremio, nuevas figuras emergieron más por aspiraciones personales que por méritos.
Muchos fueron promovidos por actores influyentes de la época, entre ellos algunos seudoizquierdistas reciclados en el clientelismo.
Entre los nombres más cuestionados figura el de Mercedes Castillo, quien ha presidido el CDP en cinco ocasiones.
Sin historial relevante en medios de comunicación, ni experiencia comprobada en el ejercicio periodístico, su única credencial visible al momento de asumir el cargo fue su vinculación a la Asociación de Estudiantes y la Biblioteca de la UASD. Respaldada por el Movimiento Marcelino Vega, accedió a la presidencia en 1995, justo cuando el cargo aún conservaba cierto prestigio.
Desde entonces, según muchos colegas, comenzó una etapa de deterioro institucional. Castillo no solo carecía de un liderazgo sólido y formación profesional en el oficio, sino que, además, convirtió al CDP en una plataforma clientelar. Se rodeó de un círculo de amigas, hoy conocidas como “las viejas”, quienes han disfrutado de beneficios gremiales como un estipendio mensual de 20 mil pesos sin contrapartida clara, mientras el colegio se hundía en la inercia.
Durante sus gestiones, convirtió el CDP en una especie de agencia de viajes, justificando supuestas gestiones de intercambio y animación gremial. Se le atribuye haber favorecido con empleos a familiares, y ella misma ha sido beneficiaria de una pensión gubernamental de 40 mil pesos, además de acceder a fondos de publicidad oficial junto a su antiguo aliado, el seudo comunista José Pantaleón Bujosa Mieses (“El Chino”).
Uno de los hechos más cuestionados de su liderazgo ha sido el otorgamiento irregular de membresías del CDP a personas sin cumplir los requisitos legales o éticos, como el caso de un médico y productor de televisión, o una editora de revista sin ejercicio previo reconocido. Esto ha generado un debilitamiento estructural y moral del colegio.
Aunque ya no ostenta un cargo directivo formal, Castillo sigue influyendo en las estructuras del CDP y del SNTP, promoviendo viajes, manipulando procesos internos y presionando candidaturas. En una muestra más de su afán de poder, logró que la designaran “honoríficamente” en el Consejo de Administración de la estatal RTVD, aunque muchos en el medio consideran esa posición como otra forma de mantener cuotas de poder.
Su accionar ha afectado incluso a antiguos aliados. El caso del periodista Fermín Lorenzo, exdirigente del Marcelino Vega, es ilustrativo. Ante el bloqueo y boicot a sus aspiraciones a dirigir el CDP, decidió abandonar el país, decepcionado por la conducta autoritaria y excluyente de quien en algún momento lideró el movimiento al que él ayudó a fortalecer.
Hoy, en medio de una aparente crisis de candidaturas en el CDP, todo parece indicar que Mercedes Castillo querría volver a postularse. Sin embargo, incluso dentro de su círculo cercano le han dicho “¡basta!”. Su tiempo ha pasado. Su legado, para muchos, no es de construcción sino de desgaste institucional.
El periodismo dominicano merece un gremio que esté a la altura de su historia. Y para lograrlo, es necesario cerrar ciclos que, lejos de edificar, han contribuido al estancamiento.